miércoles, marzo 12, 2025
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Un reperpero en el Estadio Quisqueya: largas filas, empujones, pleitos y joseadores

Llegas y te encuentras con un enorme reperpero en la boletería del Estadio Quisqueya. Hay un gentío en las filas, que avanzan a cuentagotas y empujones, mientras los habilidosos y buscones se van metiendo alante. Casi todos alzan la voz, chillan y ladran, discuten con calor y pasión, se disparan las lenguas y crece el bullicio. Reina el caos.

Solo en un juego ÁguilasLicey puede suceder algo así, donde el fanatismo se pone al rojo vivo. Es una locura lo que sucede. Nadie escucha: es un diálogo entre sordos. Nadie razona: los nervios están de punta. Y el juego avanza…

Ciento cinco minutos dan para muchas cosas, pero si es para hacer una apretada cola, entonces es mucho tiempo. Lo peor es que esa hora y 45 minutos está colmada de empujones, forcejeos y violencia verbal, con un grupete de personas chillando al mismo tiempo. El griterío no tiene pausa.

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Fue un verdadero horror lo que se vivió anoche en el Quisqueya. Yo mismo lo viví. Me puse en cola a las 7:27, después de un largo atasco; las vías estaban congestionadas y tuve que llegar a pie. Había una avalancha de filas, a paso lento, avanzando hacia el frente; unos se meten delante y empeoran el apretón.

Un tubo, que trata de dividir las colas, resulta sencillamente inútil: no sirve más que para agudizar la irritación. Solo tres casillas funcionan, despachando boletas para cientos de fanáticos que están en nueve colas. Todos aprietan -y empujan- en la misma dirección.

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Los joseadores hacen de las suyas, con toda impunidad. Acaparan boletas y las revenden al doble. Es un negocito redondo y sucio, pero potable cuando juegan Águilas y Licey. Están acostumbrados a esas mañas. Es más, algunos fanáticos comentan que el caos se hace a propósito, para que la gente se desespere y tenga que comprar boletas en el “mercado negro”.

Después de tantas bullas y discusiones, interviene la Policía. Unos agentes imponen el orden donde nunca lo hubo. Un tipo los graba reclamando el respeto de sus derechos. Pero en realidad, su intención es subir el video a las redes y monetizarlo, explotándolo comercialmente. La locura se hará viral.

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Comoquiera, los policías organizan las filas y la cosa va fluyendo. En pocos minutos, los fanáticos compran sus taquillas y abandonan las colas para entrar al estadio. Después de una hora y 45 minutos, ingreso yo también. Las filas se van desinflando. Las gradas están de bote en bote. El estadio ofrece un espectáculo agradable. Gana el Licey. Celebraciones, aplausos, se olvida la locura…

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